Se
ha hablado y mucho acerca de cuál es el papel de los padres en el deporte base,
y también sobre la importancia de las habilidades psicológicas de los
entrenadores para desempeñar su trabajo. También se ha escrito sobre la trascendencia
en el plano social y deportivo de las habilidades directivas de los dirigentes
de un club, o lo esencial que resulta cuidar la marca y la identidad de una
escuela deportiva si quiere seguir creciendo. Pero ¿qué hay del psicólogo?
¿cómo sabe el club que está desempeñando correctamente sus funciones? ¿qué debe
aportar? ¿cómo es su trabajo?
Actualmente
la figura del psicólogo del deporte es muy valorada entre los clubes y escuelas
deportivas. Esto es más evidente en algunos deportes que en otros, si bien en
todos los ámbitos, por unas u otras razones, se ve con buenos ojos su
incorporación al club o al cuerpo técnico. Pero, la llegada del psicólogo generalmente
puede venir acompañada también de desconocimiento, expectativas no del todo
acertadas, o reticencias a la hora de trabajar conjuntamente.
Esto a veces se
aprecia cuando un entrenador se da cuenta que el psicólogo no viene para dar charlas
“motivadoras” a los chavales, sino que además “pretende” trabajar con ellos en
el campo o la pista durante los entrenamientos.
Algunos entrenadores, sobretodo
los menos familiarizados con el tema, incluso podría decirse que sienten cierta
sensación de extrañeza, “mis chicos ni están desmotivados ni les pasa nada
malo, de hecho vamos arriba en la tabla”, otros no están habituados a trabajar
conjuntamente, y a otros les puede costar trabajo ceder tiempo de su sesión de
entrenamiento, perfectamente planificada, a una actividad a la que no le ve sus
beneficios. Esta actitud al principio, si es que se da, es de lo más normal, pero hay que tener
ciertas cuestiones presentes.
El
psicólogo no es ni será nunca la referencia para ningún club o escuela
deportiva. El fútbol, el baloncesto, el tenis, el atletismo… llevan años,
incluso siglos, sin psicólogos, nunca nos han necesitado, por tanto, el
psicólogo que llega a un club debe hacer ver a los entrenadores que sólo es una
“herramienta aconsejable” para ellos, ni más pero tampoco menos.
Lo
primero que hace un psicólogo no es actuar, ni siquiera intentar dar soluciones
a las primeras demandas planteadas por los entrenadores. Los psicólogos y los
entrenadores hablamos idiomas diferentes. Lo que para el entrenador puede ser
un problema de concentración en un jugador o deportista, puede ser
desmotivación o incluso estrés. Entonces, puedes ir a tiro hecho y trabajar la
concentración con ese jugador, pero ese trabajo no servirá de nada, porque la
base de su bajo rendimiento radica en otro aspecto psicológico.
En
este sentido, el segundo objetivo que tiene el psicólogo cuando aterriza en un
club es establecer puentes de unión con los entrenadores y concretar las
demandas de trabajo, para posteriormente ratificarlas, por ejemplo mediante la
observación del deportista o del equipo.
Estos
puntos en común o puentes de unión con los entrenadores deben establecerse
durante los entrenamientos y en competición. Como psicólogo, es muy
recomendable que pases horas con los entrenadores, los jugadores y el resto del
cuerpo técnico, con la intención de “traducir” y concretar los objetivos a trabajar
y en su caso proponer al entrenador añadir nuevos objetivos psicológicos que
hayas observado. Es posible que al principio, el psicólogo se pase semanas sin
realizar una intervención. Este período es el más importante.
El
psicólogo debe estar disponible, debe ser fácil acceder a él, incluso debe ser
gratificante para el entrenador, el jugador o el padre el mero hecho de
contactar con él. Tratar con el psicólogo debe resultar una experiencia
positiva y agradable. Esto es más importante aún en el trabajo con padres y
madres.
Trabajar
con los padres es una de mis experiencias más satisfactorias. Muchos padres
están completamente desinformados, literalmente “nadie nos ha dicho qué es lo
que tenemos que hacer”, otros muchos
suelen leer en las redes sociales los infinitos artículos que escribimos “sobre
lo mal que se portan en el campo” o sobre qué es lo que deben hacer
exactamente.
Existe
una premisa básica para una comunicación eficaz. Si quieres que tu oyente o
público esté receptivo a tu crítica, primero procura “abrir sus oídos”. Las
críticas y mensajes negativos provocan el efecto contrario, a nadie le gusta
que le digan lo mal que hace algo.
Luego
está el segundo paso, el cambio de actitudes y conductas, sentir la experiencia
de realizar algo positivamente o de la manera correcta, sus beneficios. A
menudo modificamos nuestra conducta sólo a través de nuestras experiencias, las
palabras y los consejos, por mucho bombardeo que hagas, toda esa información
suele caer en saco roto si no va acompañado de algo más.
Sólo a través de la
práctica, los ejemplos y la experiencia, bien la propia o la observada en otra
persona cercana, cambiamos nuestras actitudes y conductas.
En
definitiva, el psicólogo del club estará a disposición de entrenadores,
deportistas, padres y directivos, y su oferta será tan amplia como las demandas
sobre las variables sociales, psicológicas y educativas que se les quiera
plantear.
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