viernes, 2 de octubre de 2015

¿Jóvenes de alto rendimiento?

Bien es cierto que el deporte base o de iniciación tiene la finalidad de promocionar el desarrollo integral de niños y adolescentes a través de la diversión y el juego, sin embargo también lo es el hecho de que a partir de cierta edad el joven deportista empieza a vincular la satisfacción de la práctica deportiva con el rendimiento percibido.

Fuente: www.youtube.com

¿Qué es el rendimiento percibido? Existen muchas causas por las que los jóvenes suelen abandonar el deporte de competición. La mayoría de las veces la desmotivación está relacionada con el estilo de comunicación del entrenador, con la presión que pueden ejercer ciertos padres o madres, o con el bajo rendimiento percibido por parte del propio deportista. De ahí la importancia que tiene también en el aspecto psicológico, que el entrenador lleve un registro de rendimiento para cada deportista, tanto en los entrenos como en competición, mediante el cual ofrezca un feedback objetivo y sistemático del rendimiento.

Es frecuente que los deportistas, y más aún los jóvenes y adolescentes a partir de los 12 ó 13 años, realicen juicios y valoraciones distorsionadas o poco realistas sobre su propia actuación en la competición. Tanto si es por exceso como por defecto, estas valoraciones sobre uno mismo acaban desmotivando al deportista. En el primero de los casos puede que el deportista se plantee expectativas poco alcanzables o muy elevadas, con lo cual se frustrará constantemente por no lograr sus objetivos, “no se permiten fallar”. Por el contrario, si el deportista se infravalora su foco de atención durante la competición se reducirá a los errores que comete, y no será consciente de sus buenas actuaciones o no las valorará lo suficiente, lo que le generará inseguridad y falta de confianza en sí mismo.

La ansiedad o estrés en una competición suele ser consecuencia de la propia percepción que tiene el deportista de no estar preparado o no confiar en su propio rendimiento, de otro modo el deportista percibirá su nivel de activación como fuerza motivadora positiva para la competición, y no como un estresor.

La insatisfacción o frustración que generan los pensamientos o creencias negativas sobre el propio rendimiento, el elevado coste personal que suponen los entrenamientos y la existencia de otras alternativas que van surgiendo más atractivas para los adolescentes para ocupar su tiempo a esas edades acaban con lo que podría haber sido una promesa deportiva o una carrera profesional en el mundo del deporte. Todos tenemos la experiencia de conocer chicos y chicas con talento que nunca llegaron a explotarlo.

¿Por qué un deportista puede desarrollar “miedo a fallar”? ¿a fallarle a quién? ¿tiene que ver con las expectativas de padres, madres o entrenadores? ¿cómo influyen las expectativas en la motivación que se le da al deportista? Existen conductas deportivas “inhibidas o bloqueadas” porque se han asociado a consecuencias negativas.  Se cree que se obtienen resultados positivos e inmediatos con las pequeñas broncas, esto es un error muy común. Las broncas, por llamar de alguna manera a la típica reacción negativa que podemos tener cuando se da una situación no deseada, dan resultado inmediato sobre aquellas conductas relacionadas con el esfuerzo físico y cuando lo que se quiere es elevar el nivel de activación del deportista o su motivación. En cualquier caso deben emplearse muy dosificadamente para no correr el riesgo de que el deportista se habitúe y así no tener que recurrir a una gran bronca, cada vez mayor, con lo que ya no tendría el efecto deseado.

Pero las broncas nunca tienen un efecto positivo sobre conductas que requieren atención y concentración por su precisión, como los tiros libres, un penalti, un servicio, o porque estén en proceso de aprendizaje por lo que el alumno necesita prestar atención consciente a sus movimientos por no estar aún automatizados. El tales casos la bronca, o el gesto o mirada de desaprobación suele provocar “miedo a fallar” o lo que es lo mismo “miedo a la bronca”, debido a que el deportista puede experimentar un elevado nivel de activación que dificulta la concentración, aumentando las probabilidades de error o fallo, y asociando la conducta a un doble castigo, el fallo y la percepción de desaprobación. Lo que ocurre posteriormente es que el deportista se sobreactiva negativamente de manera anticipada sólo de pensar que debe realizar la conducta.

El resultado es la inhibición o bloqueo mental, inseguridad, ansiedad y mala ejecución. Se entiende que son factores de suficiente peso como para explicar en algunos casos lo que inexplicablemente ocurre cuando “entrena bien pero luego rinde por debajo de sus posibilidades”.


¿Cuidamos nuestras expectativas hacia los resultados? ¿Cómo puede influir en la autoestima? En el deporte se premian los resultados de manera natural, si marcas un gol, anotas un punto, metes una canasta, si ganas una competición, un partido… eso ya lleva su premio para el deportista, entonces ¿corremos riesgos cuando sobrevaloramos el resultado? ¿es sano que la autoestima del deportista fluctúe positiva o negativamente en función de los resultados? ¿cómo puedo rendir al máximo si a nivel mental me pongo límites? ¿pueden los jóvenes generalizar el éxito o fracaso como deportista al éxito o fracaso como persona? ¿cuántos de vosotros os preparáis mentalmente para una competición a pesar de saber lo importante que es?