"El fútbol tiene un papel importante que desempeñar en la sociedad. Los jugadores deben tener un sentido de responsabilidad social" (Vicente del Bosque).
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Cada vez son más frecuentes los partes arbitrales donde se
contemplan insultos, amenazas o agresiones. Lo peor, que dichas
incidencias son también habituales en el fútbol base, donde la
víctima en muchas ocasiones es el árbitro, que puede contar con 16
o 17 años. Si además el árbitro es mujer, no le queda otra que
aguantar la carga del machismo, tan inherente aún a este deporte.
Los padres y madres juegan aquí un papel fundamental. Si se insulta
al árbitro, figura de autoridad, el niñ@ o adolescente también lo
hará, a lo mejor no en ese momento, a lo mejor no a esa figura de
autoridad. Si papá o mamá ridiculiza a un compañero, se aprenderá
este modo de interacción social como medio para alimentar la
autoestima. Si se verbaliza que "las mujeres no tienen nada que hacer
en el fútbol", si el árbitro "está ciego" o "es muy
malo", o un jugador es un "bulto", el niñ@ asimilará
esas actitudes, las expresará de igual modo y reaccionará conforme
a ellas. Por supuesto estas expresiones son de las más suaves que se
pueden oír cualquier sábado o domingo.
El fútbol es el deporte más practicado con diferencia. Según informe del Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte, en el 2014 se registraron en Andalucía
145.195 licencias para jugadores y
4.790 clubes federados, siguiéndole el baloncesto con 53.404
licencias y 607 clubes. Este es un dato que no puede pasar
desapercibido para nadie. El fúbol base como cualquier otro deporte
de iniciación tiene una finalidad principalmente educativa y lúdica.
Cuando apuntamos a nuestro hij@ a una escuela de fútbol, ¿lo
hacemos porque pensamos que será el próximo Messi? ¿porque creemos
que tiene talento y se podrá ganar la vida en el mundo del fútbol?
¿lo apuntas simplemente para que realice una actividad deportiva? En
cualquiera de los casos, debemos ser conscientes, que cuando
"metemos" a nuestro hij@ en una escuela o club, también lo
estamos incorporando en un contexto educativo y social. Esto quiere
decir, que no sólo adquieren los aprendizajes técnicos y tácticos,
o mejoran su condición física, además se empapan de actitudes,
comportamientos y valores.
El entrenador o monitor deportivo será
un ejemplo a seguir para los alumnos, quienes aprenden principalmente por imitación. Lo que haga o diga el
entrenador lo harán ellos. Entrenadores
y monitores tienen la difícil tarea de crear un clima de cooperación
y cohesión entre los alumnos a través
del cual aprenderán a afrontar un determinado problema, a respetar
decisiones de figuras de autoridad, a tolerar las derrotas, a
compartir, a ser responsables del material, a superar retos, a jugar
en equipo, a implicarse, a ser humildes cuando se gana, a esforzarse
para conseguir algo, a ayudar al compañero...
Los clubes y escuelas
deportivas tienen la responsabilidad de educar en actitudes, comportamientos y valores que fomenten el desarrollo
personal como cualquier otro contexto educativo, y las federaciones
territoriales deben velar porque así sea. Es más, deben facilitar y
reforzar la formación académica de sus alumnos así como controlar el comportamiento de los padres en las
instalaciones deportivas. ¿Cómo reaccionaríamos si en el cine una
persona se levanta y grita insultando al protagonista? Es absurdo.
Las escuelas que se preocupan de esto tienen un valor añadido cara a
la sociedad. El fútbol en niñ@s y adolescentes es educación y
diversión.
Hoy día todas las escuelas y clubes cuentan con buenos
profesionales que instruyen en técnica y táctica a un gran nivel,
si el niño tiene talento llegará lejos. Los padres y madres tenemos
la obligación moral, de buscar el mejor entorno de aprendizaje para
nuestros hijos. No vale apuntarlo en una
escuela o club porque esté más cerca, porque allí vayan sus amigos, o porque sea de "mayor
categoría", no se puede tomar esto tan a la ligera. Debemos
seleccionar la escuela más coherente con las actitudes y valores con
los que educamos en casa, la que nos dé mayor seguridad en la
formación de aquellos aspectos de la personalidad del niño que
servirán de eje para su desarrollo psicosocial. Después de todo, al
margen del talento, al final lo que queda es la persona.