MOTIVARSE A SÍ MISMO: Si motivas a tu
equipo en función de los goles o el resultado, cuando es favorable, ¿cómo le
subes la moral cuando van perdiendo? ¿tiene
tu equipo control sobre sí mismo? ¿o va a la deriva de los resultados?
Siempre existen factores positivos a destacar relacionados con el buen
rendimiento, como “nunca antes habíamos tenido un inicio con un ritmo tan
bueno…”, “nunca antes nos habíamos ido al vestuario con un empate jugando fuera
de casa”… Es recomendable centrar la atención en lo positivo del equipo, y
evitar frases del tipo “si hubiéramos hecho esto…”, “si hubiera jugado Pablito…”, “si no
hubiéramos cometido tal error…” lamentarse no te ayudará a enfocar tu atención
en las posibles soluciones.
TOMAR RIESGOS: El equipo que no asume riesgos es por miedo a fallar, miedo a
sentirse ridículo, o a ser criticado. Para que un equipo se arriesgue se
necesitan dos cosas: buena confianza o cohesión entre el grupo y saber que en
el caso de equivocarse tendrá apoyo en lugar de críticas.
ASUMIR ERRORES: Reconocer tus propios errores es el mejor indicador de tu autoestima.
Un equipo que no asume sus errores, no podrá mejorar sus puntos débiles pero
tampoco darán valor a sus puntos fuertes. Si al finalizar el partido, criticas
los errores de tus jugadores, ellos necesitarán subir su autoestima no
reconociéndolos. Cada trabajo tiene su momento.
CONTAR CON APOYO: Si como entrenador te
crees autosuficiente, tus jugadores considerarán esa actitud como una cualidad.
Esto puede serlo en otros aspectos de la vida, pero no en un deporte de equipo.
El trabajo colectivo requiere reducir las individualidades, tanto a nivel
táctico como a nivel mental. Especialmente en el deporte base, el compañerismo y la cohesión diferenciarán
al buen equipo del equipo ganador, el que siempre estará arriba.
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